Por Patricia Nigro - Profesora de la Facultad de Comunicación - Universidad Austral
Nuestros chicos manejan hábilmente internet. Muchos padres "recibimos clases" de ellos. Sin embargo, la verdadera educación pasa por la vida misma. Y, en eso, sólo los padres sabemos más, porque contamos con lo más valioso: la experiencia y la claridad en los valores.
De chicos, coleccionábamos las revistas Anteojito o Billiken, consultábamos la enciclopedia "Lo sé todo", buscábamos biografías y palabras en diccionarios, que tardaban años en actualizarse, y que pasaban de generación en generación. Hoy esto pertenece a la nostalgia. La rapidez de acceso unida a la cantidad de información ofrecida en Internet permite que los más pequeños tengan los datos que pidió "la seño" en pocos minutos. ¿Cuál es el problema, entonces? Que, como dice el tango, en la red, está La Biblia pero también está el calefón. Y, muchas veces, ese calefón produce quemaduras de tercer grado. ¿Qué podemos hacer, nosotros, los padres? En principio, actualizarnos sobre los contenidos de la red; enseñarles a buscar información, precisa y fidedigna; protegerlos de los sitios que dañan sus mentes en formación; hacerles entender (¡qué difícil!) que proteger no es controlar; explicarles que investigar un tema no es copiar y pegar. Eso es plagio, y el plagio es un delito. Debemos enseñarles el respeto a los autores. Por sobre todo, hemos de desarrollar el criterio de selección, de pensamiento crítico: crear algo nuevo, a partir de lo que se lee y se valora. Los adultos, a veces, no nos sentimos capacitados para enseñar todo esto. Pero es urgente e importante que aprendamos sobre las nuevas tecnologías.
El chat significa un ahorro en las horas que nosotros gastábamos en teléfono. Pero el chat, los foros de discusión, las listas de correo de personas con intereses comunes, el correo electrónico, las redes sociales, además de mantenernos conectados también presentan peligros. Nadie sabe, salvo que sean amigos o compañeros de escuela, quién está del otro lado de la pantalla, pues la mentira sobre la identidad vive en la red.
Los padres debemos regular ("regula" en latín es regla) el camino trazado para llegar mejor al objetivo: el "tiempo de pantalla" que gastan nuestros hijos.
Cómo evitar la adicción
Los juegos en línea, educativos unos, violentos la mayoría, son verdaderamente adictivos. Las horas pasan, sin que se practique un deporte, se salga a jugar con los amigos, se realicen las tareas escolares o se duerman las horas necesarias.
Yendo de la computadora a la televisión, parafraseando una vieja canción de Charly García, ocupan el tiempo de nuestros hijos. Algunas causas: la inseguridad (nosotros jugábamos en la vereda), nuestro exceso de trabajo pero, también, la frase: "Dejalo, mientras está sentado a la computadora, no molesta".
Según una encuesta realizada por el Ministerio de Educación en 2008, sólo el 30 % de las familias argentinas tiene PC y banda ancha. El medio preferido por los chicos es, aún, el televisor y, luego, el celular. Los padres compramos los telefonitos para su seguridad, pero ellos les dan otros usos. Mandan cientos de mensajes de texto, juegan y escuchan música, filman frivolidades. Y, eso, con el último modelo de móvil, porque todos los amigos ya lo tienen.
Educar requiere de una infinita paciencia, de un gran esfuerzo, de mucha energía y coherencia entre el decir y el hacer. Lo esencial es no rendirse: dialogar vale siempre y en toda circunstancia: tengamos esperanza en nuestros hijos. Después de todo, somos sus padres.
Nuestros chicos manejan hábilmente internet. Muchos padres "recibimos clases" de ellos. Sin embargo, la verdadera educación pasa por la vida misma. Y, en eso, sólo los padres sabemos más, porque contamos con lo más valioso: la experiencia y la claridad en los valores.
De chicos, coleccionábamos las revistas Anteojito o Billiken, consultábamos la enciclopedia "Lo sé todo", buscábamos biografías y palabras en diccionarios, que tardaban años en actualizarse, y que pasaban de generación en generación. Hoy esto pertenece a la nostalgia. La rapidez de acceso unida a la cantidad de información ofrecida en Internet permite que los más pequeños tengan los datos que pidió "la seño" en pocos minutos. ¿Cuál es el problema, entonces? Que, como dice el tango, en la red, está La Biblia pero también está el calefón. Y, muchas veces, ese calefón produce quemaduras de tercer grado. ¿Qué podemos hacer, nosotros, los padres? En principio, actualizarnos sobre los contenidos de la red; enseñarles a buscar información, precisa y fidedigna; protegerlos de los sitios que dañan sus mentes en formación; hacerles entender (¡qué difícil!) que proteger no es controlar; explicarles que investigar un tema no es copiar y pegar. Eso es plagio, y el plagio es un delito. Debemos enseñarles el respeto a los autores. Por sobre todo, hemos de desarrollar el criterio de selección, de pensamiento crítico: crear algo nuevo, a partir de lo que se lee y se valora. Los adultos, a veces, no nos sentimos capacitados para enseñar todo esto. Pero es urgente e importante que aprendamos sobre las nuevas tecnologías.
El chat significa un ahorro en las horas que nosotros gastábamos en teléfono. Pero el chat, los foros de discusión, las listas de correo de personas con intereses comunes, el correo electrónico, las redes sociales, además de mantenernos conectados también presentan peligros. Nadie sabe, salvo que sean amigos o compañeros de escuela, quién está del otro lado de la pantalla, pues la mentira sobre la identidad vive en la red.
Los padres debemos regular ("regula" en latín es regla) el camino trazado para llegar mejor al objetivo: el "tiempo de pantalla" que gastan nuestros hijos.
Cómo evitar la adicción
Los juegos en línea, educativos unos, violentos la mayoría, son verdaderamente adictivos. Las horas pasan, sin que se practique un deporte, se salga a jugar con los amigos, se realicen las tareas escolares o se duerman las horas necesarias.
Yendo de la computadora a la televisión, parafraseando una vieja canción de Charly García, ocupan el tiempo de nuestros hijos. Algunas causas: la inseguridad (nosotros jugábamos en la vereda), nuestro exceso de trabajo pero, también, la frase: "Dejalo, mientras está sentado a la computadora, no molesta".
Según una encuesta realizada por el Ministerio de Educación en 2008, sólo el 30 % de las familias argentinas tiene PC y banda ancha. El medio preferido por los chicos es, aún, el televisor y, luego, el celular. Los padres compramos los telefonitos para su seguridad, pero ellos les dan otros usos. Mandan cientos de mensajes de texto, juegan y escuchan música, filman frivolidades. Y, eso, con el último modelo de móvil, porque todos los amigos ya lo tienen.
Educar requiere de una infinita paciencia, de un gran esfuerzo, de mucha energía y coherencia entre el decir y el hacer. Lo esencial es no rendirse: dialogar vale siempre y en toda circunstancia: tengamos esperanza en nuestros hijos. Después de todo, somos sus padres.
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